Siempre me ha intrigado y fascinado la vida y la imagen de esta mujer, que para mí, es la representación clara, que se puede renacer y enloquecer por el amor y la pasión.
En diciembre de 1506 una mujer embarazada de ocho meses anda de noche, a pie, por los campos de Castilla. Va detrás de un cortejo silencioso que a la luz de las antorchas porta un ataúd. En él van los restos de su joven marido, muerto tres meses antes. La mujer lleva al cuello, colgada de una cinta negra, la llave del féretro. El cortejo no para en las ciudades, ni en los pueblos, ni en las posadas, ni en los conventos de monjas, ni en ningún lugar donde pueda encontrarse una joven. A la viuda la acompañan hombres armados y con antorchas, algún fraile y mujeres mayores. Ella lleva el rostro cubierto por un velo, pero todos saben que esa mujer que se esocnde tras un velo negro es la más rica y poderosa del mundo. Es doña Juana I de Castilla que, huyendo de la peste declarada en Burgos, lleva a su marido don Felipe I a enterrar a Granada, junto a la reina Isabel la Católica.
Es como si la desdichada heredera de los Reyes Católicos llevara a cuestas todo el dolor y la muerte que acompañan la gigantesca construcción política de sus padres. Como si en el ataúd fueran las víctimas de tanto poder ganado a sangre y fuego. En ese ataúd va también su razón, incapaz de entender las cosas sin sufrirlas. Va todo el peso del mundo, cerrado con una pequeña llave.
Los títulos de esa mujer loca que tiene que pararse en Torquemada, con los dolores del parto, son muchos, muchísimos. Pero como si toda la gloria política y militar que alumbraba el nacimiento de la Casa de España debiera tener su contrapartida maldita, los herederos de Isabel y Fernando han ido muriendo uno a uno, hasta llegar a esta mujer que se niega a ayudar al nacimiento de su propia hija porque su padre ya no podrá verla. Ya no le importan los vivos. Y tampoco sus hermanos muertos.
De niña fue muy estudiosa -hablaba latín, afición tardía de su madre- y entregada a la devoción. Era muy extremosa en sus penitencias y hasta quiso meterse a monja. Sus padres la casaron a los 16 años con Fellipe, hijo mayor de Maximiliano I de Alemania y de María de Borgoña, que acababa de morir convirtiéndolo en soberano de Flandes. No tenían los Habsburgo ni una pequeña parte de las posesiones españolas pero eran muy ricos y vivían con un lujo que a los Reyes Católicos, austeros tirando a tacaños, les parecía exagerado y hasta repulsivo.Fue casarse y empezar el escándalo. Apenas se conocieron quisieron meterse en la cama, así que hubo que buscar a un cura y adelantar la boda. Felipe era muy mujeriego y al principio la pasión de su joven esposa le divirtió; luego le cansó y finalmente le horrorizó, porque incluía unos celos morbosos que sólo calmaba el tálamo. Juana abandonó sus prácticas religiosas.
Por vigilar al marido, ya fuera de cuentas, tuvo a su primogénito Carlos en un retrete. Antes de nacer su segundo hijo, Fernando, llegaron a España como príncipes de Asturia y se manifestó el desdén de Felipe por sus suegros. Tras el parto, quisieron sus padres cuidarla algún tiempo en el Castillo de la Mota, por apartarla de quien tan loca la volvía, pero escapó descalza tras su marido en plena noche, insultó a su madre e hizo tales disparates que tuvieron que dejarla ir.
Mandó que la enterraran con Felipe en Granada y dejó este mundo reconciliada con todo y con todos. En la memoria popular quedó el nombre de Juana la Loca y los románticos pintaron su desvarío junto al ataúd. pero casi nadie recuerda ya que fue la primera reina de España. Una historia muy triste y a la vez fascinante.
2 comentarios:
Una historia tan conmovedora como realmente romántica en el más estricto de los sentidos... aunque en este caso las muertes no hayan sido por amor.
Todo lo que has dicho es cierto... así que en breve tendré ganas de ir a la Capilla Real a saludarla y dedicarle al menos las sonrisas que nadie le regaló.
Un beso.
Me has quitado la idea de la boca, o algo así...Quiero decir que quizá podamos ir juntos y rendirle los respetos que, en mi humilde opinión se merece...
Me alegro de que te haya gustado..y una vez más: gracias, gracias, gracias...
Muackkkkk
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